jueves, febrero 20, 2014

Reseña: Silent Hill: Revelation (2012)

Cuando salió la primera película de Silent Hill (2006) me acerqué a ella con unas expectativas muy bajas, producto sin duda de la mala fama que suelen tener las adaptaciones de videojuegos al cine, que salvo pocas excepciones suelen ser bastante tristes. No fue el caso aquella vez: de hecho, la película de Christophe Gans no sólo me gustó mucho sino que incluso me atrevería a decir que es de las más interesantes adaptaciones de un videojuego que he podido ver hasta la fecha, ya que no sólo manejaba bien sus elementos de terror sino que además tenía una historia que atrapaba y sobre todo una maravillosa estética y atmósfera que construía una aventura terrorífica muy notable con referentes conocidos incluso para aquellos que, como yo, jamás se habían acercado al juego de Konami. Algunos me discutirán esto y dirán que todos estos son logros del videojuego y que la película simplemente los traslada a la pantalla, como si eso fuese algo fácil de hacer y no tuviésemos decenas de ejemplos de estrepitosos fracasos.

Por desgracia un título que hay que sumar a esa lista de calamidades es Silent Hill: Revelation (2012), triste secuela tardía de la película de Gans que arroja por la borda prácticamente todos los aciertos de su antecesora y sustituye la colosal aventura de la original por un barato espectáculo de feria con un argumento muy pobre, unos personajes de tercera fila y un acabado de serie Z en el que lo único que destaca es deleite visual que su director Michael J. Basset intenta dar metiendo a saco el gimmick del 3D en cada momento posible. De hecho, el truco de las tres dimensiones es probablemente lo único que haya podido garantizar el estreno en cines de este despropósito, ya que en todo lo demás estamos ante una secuela cutre como pocas, un material digno de todas estas mediocres continuaciones a formato doméstico que nos han llovido con el tiempo. E incluso dentro de esta liga es probablemente una de las peores películas que me he tragado en años.

Curiosamente, la cinta intenta continuar la historia de la original pero lo hace a través de una elipsis narrativa que nos sitúa varios años después, con la niña de la primera película de vuelta en el mundo real luego de que su madre lograra sacarla del mundo de terror al que había sido llevada. El cómo salió de allí es algo que la película decide no mostrarnos, para simplemente centrarse en una muy pobre historia de la misma chica ahora adolescente que debe volver a adentrarse en el pueblo de Silent Hill para rescatar a su padre. Todo esto con un elenco muy pobre que incluye a Adelaide Clemens (habitual ya en este tipo de producciones y quien no parece ni de lejos el mismo personaje de la primera película) y Kit Harington en su debut cinematográfico. El caso de este último es curioso porque su voz suena muy distinta a como suena en Juego de Tronos, lo que me hace sospechar que muy probablemente le doblaron para ocultar su acento británico. Ni hablar de Sean Bean y Carrie-Anne Moss, quienes a todas luces desearían estar en cualquier otro lugar.

Creo que mi principal problema con esta secuela es el hecho de que ignorara de forma tan evidente no sólo los logros sino incluso la línea argumental del primer Silent Hill. Si como yo sois de los que quedaron gratamente impresionados con la primera quedaréis sorprendidos del tremendo bajón que sufre esta segunda parte en la que apenas queda nada más allá de un muy vacío espectáculo informático y una terrible confrontación final que termina de la peor manera posible: intentando tomarse en serio una pelea de dos tipos enfundados en trajes de látex. Muy, pero muy lamentable.

sábado, febrero 15, 2014

Tres tristes trailers 40

Ahora que nos ha dado por reseñar una larga serie de secuelas cutres, resulta muy oportuno que nos llegue The Purge 2: Anarchy, encima con Kyle Sánchez, quien poco a poco parece estar destinada a convertirse en una presencia constante en estas continuaciones de segunda categoría de notadas películas comerciales. A pesar de su elenco de tercera fila, esta secuela de la ya reseñada The Purge tiene un detalle interesante y es que su premisa de protagonistas sueltos por la ciudad al menos promete una mirada un tanto más detallada en esa urbe en pleno caos que apenas intuíamos en la primera película. Estaremos pendientes.

Seguimos con las secueltas cutres, y esta encima la veremos en el Fantasy Filmfest Nights de este año (ya está confirmadísimo). Dead Snow 2: Red vs Dead parece aumentar las dosis de comedia y ofrecernos esta vez una historia de superhéroes en la que nuestro protagonista se enfrenta a los no-muertos armado con un poderoso brazo zombi, de entrada una premisa mucho más alocada que la primera. No es un secreto para nadie que aquí en Horas de oscuridad no quedamos excesivamente impresionados con la primera Dead Snow, pero esperamos que el paseo Hollywoodense de Tommy Wirkola con la muy prescindible Hansel & Gretel: Cazadores de brujas le haya permitido volver con holgura a sus orígenes del terror nórdico y sus héroes imposibles.

Y ya para terminar este trío de trailers dedicados a secuelas, tenemos esta (tardía) vuelta al desierto australiano con Wolf Creek 2, la cual también veremos en el Fantasy Filmfest Nights de este año. De entrada ya se perfila como algo muy parecido a la original, aunque con un mayor énfasis en el enfrentamiento épico con el antagonista ahora que el secreto de su identidad ha sido revelado. El director Greg McLean también parece haberse inspirado mucho en éxitos de terrores de carretera pasados como Duel o The Hitcher, este último notable en su intento de explotar el carisma de su villano (excelentemente interpretado por el veterano John Jarratt). Aunque la primera tampoco me impresionó mucho, a esta le tengo ganas aunque sea por ver cómo McLean consigue mantener la tensión en lo que a todas luces parece el primer gran slasher comercial del cine de terror australiano.

martes, febrero 04, 2014

Reseña: La sombra prohibida (2011)

La herencia Valdemar (2010), y su secuela La sombra prohibida (2011), forman realmente una sola película dividida en dos partes, y forman también una de las mayores oportunidades perdidas que he visto en ese fantástico mainstream hispano que desde ya hace un tiempo he venido siguiendo. Esta probablemente sea una de las reseñas más banales que haya hecho jamás, puesto que el único motivo para haber revisado esta secuela tres años después es el completismo más absoluto. Había quedado muy desencantado con la primera parte, así que vi esta segunda sólo por curiosidad y me ha parecido aún peor que la primera. Su caos argumental y lo vergonzoso de algunos momentos e imágenes sólo pueden explicarse por su voluntad de querer corregir de forma apresurada los errores de la primera entrega, hasta el punto de ignorar casi todo lo que predecesora había establecido.

Tanto es así, que al final todo el argumento ubicado en el pasado en el que Valdemar trae un demonio del inframundo (con todo y su revelación final y su historia de amor trágico) termina teniendo un peso mucho menor de lo que podía esperarse y no es para nada el centro de la historia. De hecho, esta segunda parte toma el camino opuesto a la primera al estar ambientada en su mayoría en el presente, con una investigación sobre un hermético culto de místicos y la presencia, por supuesto, del famoso Necronomicón lovecraftiano que aquí tiene un papel principal. Aquellos que hayan visto el trailer seguramente recordarán además la presencia del propio Cthulhu, un gigantesco monstruo CGI que se convierte en la principal atracción del atropellado clímax de la película.

Por desgracia esto es todo lo que se puede decir del argumento porque no hay mucho más que sacar. En su afán de ir desechando aquello que el público rechazó en la primera parte (incluyendo esa trama amorosa que parecía ser el centro del argumento), la película muestra una estructura anti-narrativa sin pies ni cabeza. No es ese el único cambio que se ha hecho para peor, puesto que un detalle en apariencia insignificante revela cómo a veces no hay que hacer caso a nuestros prejuicios; así como en la primera parte teníamos la aparición de Aleister Crowley como personaje, en La sombra prohibida aparece nada menos que  el propio H.P. Lovecraft, incorporado a la trama de forma un tanto gratuita, he de decir. Recordaréis que en la primera entrega comentábamos lo extraño que nos parecía escuchar al famoso ocultista Crowley hablando en un perfecto castellano. Pues bien, alguien parece haber escuchado, puesto que el Lovecraft de esta secuela aparece hablando en español con un muy marcado acento anglosajón, lo cual lejos de mejorar su interpretación lo hace parecer aún más ridículo y da a sus escenas un extraño aire de comedia involuntaria que no le sienta nada bien.

Tras ver La sombra prohibida me reafirmo una vez más en dos idea que me venían a la mente tanto en aquel entonces como ahora: que esta descalabrada historia parece más bien el resultado de rodar una larga partida de rol de inspiración lovecraftiana, y que el dilatado tiempo transcurrido entre el estreno de la primera parte y el de su continuación se debió no tanto a la fría recepción que tuvo La sombra Valdemar (que también) sino a la necesidad de retocar un sinfín de detalles que intentaron desandar el camino de su antecesora aún a costa de la coherencia interna del relato. Una pena porque al final lo que más ha trascendido de la película ha sido por un lado su forma de financiación privada (en unos tiempos en los que el apoyo institucional al cine recibía críticas por todos lados) y por otro el aluvión de reseñas negativas que le cayeron encima y que llevaron al director a pronunciarse públicamente. En resumen, este costoso experimento ha terminado por ser una terrible película a la que no encuentro cómo recomendar.

lunes, febrero 03, 2014

Reseña: The Prophecy 3: The Ascent (2000)

Tras el desastre de la segunda parte, esta nueva entrega de la guerra entre los ángeles dirigida por Patrick Lussier (discípulo de Wes Craven) se siente como una sorpresa no tan desagradable. Contra todo pronóstico, The Prophecy 3: The Ascent (2000) ha resultado ser una película muy superior a su inmediata antecesora, y aunque no llega nunca a ser realmente buena y sus limitaciones técnicas la hacen ver como un pariente poco agraciado de la original de Gregory Widen, sí es cierto que al menos se decide a recuperar algunos de los aciertos de la primera parte en la medida de sus (modestas) posibilidades. También es de agradecer que busque compensar lo caótico de su argumento con nuevas muestras de imaginario celestial en concordancia con las bases estéticas que la original había sentado.

Dicho argumento es asimismo la continuación directa de la segunda entrega; años después de los eventos narrados en The Prophecy 2 (1998), los ángeles vuelven a la tierra para intentar acabar con Danayel, el Nephilim nacido de madre humana y padre angélico, quien supuestamente guarda la clave de su destrucción. La trama intenta mezclar esto con una profecía en torno a un terrible super-ángel vengador llamado Pyriel, prisionero en la Tierra y dispuesto a acabar con toda la humanidad, pero la unión de los dos argumentos es confusa y no queda muy claro exactamente cuál es el papel que el chico juega en toda esta historia. De todas formas, todo este cuento no es más que una excusa para sacar de la manga nuevas imágenes de inspiración bíblica y paisajes desérticos que que evocan (muy sabiamente) a la primera entrega, además de un curioso remedo de la saga Terminator presente en la forma en que un ángel da caza al joven muchacho. 

En medio de este batiburrillo argumental sin pies ni cabeza está nuevamente la figura de Christopher Walken como al arcángel Gabriel, despojado de sus poderes y que curiosamente ya no es el villano sino que intenta proteger a Danayel por motivos que sólo él entiende. Walken está en esta entrega más comedido a nivel de actuación y su participación no es tan grande como en las películas anteriores. De hecho está reducido a un personaje secundario que parodia su propia condición de ángel y deja asomar los vestigios de una historia de redención que queda esbozada a medias. 

En general no estamos hablando de una película muy buena; sus intentos por enlazar con la primera parte son evidentes (como por ejemplo la inclusión arbitraria de personajes secundarios que aparecían en la cinta de 1995 y que solamente aquel que la haya visto sabrá reconocer), y su caótico argumento se empeña en seguir adelante y mostrar imágenes impactantes aún a costa de la coherencia de la trama. Pero al menos representa una mejora innegable con respecto a la terrible segunda entrega, hay un interés por ahondar en el imaginario visual de la cinta de Gregory Widen, y a pesar de sus modestos medios, intenta cerrar su argumento al final trayendo la historia de la guerra en el Cielo a lo que sería su necesaria conclusión. Esto último parece haberse quedado en puras intenciones ya que la saga tendría dos secuelas más lanzadas directamente a formato doméstico y ya sin la participación de Christopher Walken. En definitiva, quedaos con la primera, pero si sentís curiosidad, esta al menos no es del todo despreciable.