martes, marzo 30, 2010

Reseña: The Slumber Party Massacre (1982)

Esta es una de esas reseñas demasiado tiempo postergadas. Lo cierto es que dentro del prolífico panorama de slasher films de principios de los ochenta, The Slumber Party Massacre (1982) es uno de los más curiosos al mismo tiempo que uno de los más sencillos. Ciertamente no es la mejor de sus contemporáneas; el argumento es tremendamente básico (un asesino escapado de un manicomio y armado con un gigantesco taladro acosa a un grupo de chicas que hacen una fiesta de pijamas) y estéticamente no es tan atractiva como otros ejemplos similares, pero con todo y eso guarda bajo la manga varios trucos dignos de destacar.

Para empezar, y eso es algo que tiene bastante mérito, la película desmantela los componentes más básicos de este tipo de cine incluso antes de que el género se convirtiera oficialmente en parodia, gracias a alusiones muy claras a varias de sus contemporáneas como Halloween (1978), Maniac (1980) o The Burning (1981). Sin embargo, lo que la diferencia de estas reside en el tratamiento que da a sus personajes; en The Slumber Party Massacre el auténtico centro dramático no está en el psychokiller de turno sino en las chicas protagonistas, mucho más valientes y arriesgadas que los chicos y hasta un poco más sensatas de lo normal (como demuestra el hecho de que ninguna de ellas parece dispuesta a ponerse en peligro por las demás). El asesino, por el contrario, es por un lado despojado de protagonismo al carecer de trasfondo ni subtrama alguna que deje claro su origen, y al mismo tiempo pierde su habitual condición de sombra gracias al poder de lo explícito, ya que en todo momento vemos su cara (lo suficiente para disfrutar de una de las más gloriosas sobreactuaciones de la época). Este discurso de poderío femenino enfrentado al evidente símbolo fálico del arma asesina se explica en gran medida al darnos cuenta de que la autora del guión es la famosa escritora feminista Rita Mae Brown, aunque curiosamente la película no está rodada como la comedia paródica que originalmente había escrito.

La mano de Brown se nota no sólo en la representación de las chicas como luchadoras sino también en una nada disimulada muestra de vouyerismo fetichista del cuerpo femenino no exenta de subtexto lésbico, hechos apoyados por un elenco lleno de jovencitas de muy buen ver y por el ojo de la directora Amy Holden Jones, discípula del inmesurable Roger Corman. Ambas llevan el pulso de la película bastante bien, y aunque ciertamente el inicio es lento y hasta un tanto aburrido, va mejorando mucho una vez que se acerca el clímax final y el estado de sitio que el asesino monta a sus jóvenes víctimas. Lo mejor de todo esto es que en ningún momento la cinta llega a ponerse demasiado seria sino que por el contrario sabe agregar unos muy bienvenidos toques de humor incluso en escenas particularmente macabras como la chica que come la pizza que sostiene un cadáver o el descubrimiento de un cuerpo en la nevera.

La ya mencionada lentitud del inicio es de hecho lo único que hace mella al hacer que la película parezca más larga de lo que es (poco más de hora y cuarto), pero en todo lo demás The Slumber Party Massacre es muy recomendable como acompañante de los grandes slasher de principios de los ochenta. Curiosamente, lo que en un principio fue concebido como una transgresión de los preceptos de este género de asesinos de jovencitas se convirtió en una saga con varias secuelas posteriores, esta vez sí mucho más dadas a la comedia. Por supuesto todas estas irán cayendo en su debido momento.

domingo, marzo 28, 2010

Reseña: El sexto sentido (1999)

Para un nutrido grupo de gente, M. Night Shyamalan siempre será el hombre que dirigió El sexto sentido (1999), su primer gran éxito comercial y la película que le convirtió, por desgracia, en un director asociado siempre con finales sorprendentes y a quien por supuesto el público no le perdona que no de siempre lo que se le pide. Lo más revelador de este largometraje del que hablamos hoy es que incluso si ya sabes el giro argumental del desenlace, sigue siendo una película muy sólida en la que siempre se consiguen detalles nuevos con cada visionado. Es también aquella donde comienzan los temas y constantes estéticas que Shyamalan utilizaría en películas posteriores: la búsqueda de la conexión con algo más allá del mundo físico, el protagonista voluntariamente distanciado de quienes le rodean o el peligro asociado al color rojo.

Para los dos o tres que no la hayan visto en su momento, la película es básicamente la historia de un psicólogo infantil llamado Malcom que trata el caso de Cole Sear, un pequeño niño retraído que confía en él su mayor secreto: es capaz de entrar en contacto con los muertos. Lejos de ser un don, este poder aterroriza al pequeño Cole, ya que los espíritus son al parecer bastante agresivos y violentos hacia él. A pesar de no creerle al principio, Malcom decide seguirle la corriente debido al trauma que tuvo con un paciente anterior que afirmaba padecer un fenómeno similar y cuyo desenlace, narrado en la primera escena de la película, fue todo menos feliz. La ambigüedad, sin embargo, dura muy poco: desde muy temprano en la trama, nos queda claro que Cole realmente ve a los muertos, y las escenas en las que estos le acosan son en verdad escalofriantes al revelar la predilección que siente Shyamalan por la táctica de la anticipación. Es curioso también como la percepción que tiene el público de los fantasmas se va haciendo progresivamente más detallada: al principio sólo los escuchamos, luego los vemos y finalmente entramos en contacto con ellos, como en la terrorífica escena que transcurre debajo de una manta colgada entre sillas a manera de fuerte (una manta roja, por supuesto).

Claro que gran parte de la efectividad de la película se debe al pequeño actor que hace de Cole, Haley Joel Osment, uno de esos niños prodigio de la actuación que surgen de vez en cuando y cuyo hype está justificado no sólo gracias a esta película sino también con su posterior trabajo en Inteligencia artificial (2001), de Steven Spielberg. En un papel dramático pero a la vez desprovisto de todo alarde de histrionismo, Cole contrasta con el impasible Malcom de Bruce Willis, quien tiene su propia trama y sus propios demonios que excorcisar y cuyo desenlace es para muchos el momento más recordado de esta película gracias a un final sorpresa que la cinta te ha estado diciendo durante hora y media pero que no has sido capaz de ver hasta entonces. El propio Shyamalan afirma que este final (así como toda la película) está inspirado en un episodio de la serie de terror infantil ¿Le temes a la oscuridad?, con la que El sexto sentido comparte su esquema de horror centrado en el mundo de los niños. Este giro final, sin embargo, para mí es sólo un detalle más; lo realmente interesante de la película es la manera como muestra el componente sobrenatural incorporándolo de manera muy sutil en el mundo real, siendo muy parca en efectos especiales (a decir verdad, prácticamente carente de estos) y difuminando la línea entre los muertos y los vivos hasta que la presencia de estos sólo es detectable a través de ciertos detalles pequeños así como la constante tensión del personaje principal.

El sexto sentido es hoy en día una de las películas de terror más exitosas de todos los tiempos, y también una de las pocas que han conseguido el beneplácito del sector crítico más convencional, reacio por lo general a cintas de estas características. Curiosamente, también propició un nuevo interés en el cine de terror mainstream por lo sobrenatural, como demuestran la avalancha de títulos similares que buscaron explotar el mismo esquema incluyendo niño raro y secreto del pasado. Clones aparte, esta sigue siendo una película muy recomendable aún tras más de una década de su estreno, una de las grandes de Shyamalan (quien luego traería con El protegido (2000) su mejor película hasta la fecha, al menos para mí) y un ejemplo curioso de cine de terror que busca dar realmente miedo y a la vez contar una historia que se cierra sin finales ambiguos ni manipulaciones, toda una joya que les invito a revisitar.

viernes, marzo 26, 2010

Reseña: Daybreakers (2009)

Los australianos Michael y Peter Spierig, famosos sobre todo por su comedia de zombis Undead (2003), hacen su entrada en el mainstream con Daybreakers (2009), película destinada a devolver a los vampiros a su vertiente terrorífica al mismo tiempo que los utiliza para un concepto francamente interesante en el que la historia es contada desde el punto de vista de los chupasangres, habitantes mayoritarios del planeta y que han conseguido dar continuidad a la civilización utilizando a los humanos como ganado, eso hasta que la progresiva merma de su única fuente de sustento amenaza con destruir su sociedad.

La premisa es sin duda atrayente, y es curioso por ejemplo que el origen de la plaga que creó un mundo de vampiros nunca es explicado (más allá de una muy breve mención a un "único murciélago"), pero este no es el único detalle interesante de la trama; hay una clara alusión tanto estética como temática a conocidas películas de sci-fi como The Matrix (1999) o Minority Report (2002), y al igual que en ellas, el protagonista es un personero del sistema que termina poniéndose del lado del "enemigo", un científico vampiro (Ethan Hawke) que busca un sustituto artificial de la sangre y que tiene de repente la oportunidad de dar al mundo una cura para el vampirismo, con el consiguiente conflicto por parte de aquellos que no quieren renunciar a su nueva vida. Y es que aparte del tema de los vampiros, la película tiene varios detalles curiosos que la acercan a elementos asociados sobre todo con lo zombi: uno de los hechos clave de la cinta es que, siendo vampiro, el hambre te convierte directamente en un monstruo irracional que debe ser aniquilado, y la idea de una sociedad que rechaza su posible salvación sólo para defender los privilegios del poder y la inmortalidad es atractiva y hace de esta una película diferente.

Y lo mejor de todo es que nada de esto ha impedido que los hermanos Spierig doten a la película de un muy sano sentido del humor que, contrariamente a su anterior trabajo, no se siente nunca forzado sino como parte integral de la historia, especialmente con ese Willem Dafoe que parece salido de una cinta de John Carpenter. La mención de este director no es casual porque Daybreakers incluso revela una estructura similar a sus películas a través de varios personajes arquetípicos como el rebelde antisistema de Dafoe o el bastardo corporativo de Sam Neill. Tampoco hay una excesiva indulgencia en las secuencias de acción, lo que ayuda a que la película se sienta bastante equilibrada. Otra cosa que sorprende es que es en el fondo bastante sencilla; el mundo vampírico está apenas sugerido, el argumento transcurre de forma muy rápida y los personajes realmente importantes son muy pocos.

Con esto creo que queda bastante claro lo mucho que he disfrutado de Daybreakers. Es mucho más sencilla de lo que me esperaba pero al mismo tiempo no parece que los hermanos Spierig hayan sido tan domados por la industria. Algunos pueden sentirse un poco decepcionados al encontrar las grandes diferencias con un trailer que prometía una película más entregada a la acción y no a una distopía vampírica con alegorías sociales, y personalmente reconozco que me hubiese gustado ahondar más en el lado monster movie de la historia, pero aún así sigue siendo bastante recomendable y una manera efectiva de llevar el subgénero de vampiros por caminos poco transitados.

miércoles, marzo 24, 2010

Funny Games, Eden Lake, Shuttle y la violencia como gratificación

(este texto puede contener spoilers de las tres películas mencionadas)
La última reseña publicada aquí me ha dejado con una interrogante que tiene mucho que ver con el vínculo emocional que se crea entre el cine de terror y el espectador. Todos conocemos de sobra el esquema planteado por las tres películas mencionadas en el título: un grupo de protagonistas son acosados, vejados y maltratados por adversarios sádicos y (en su mayor parte) desconocidos, sobre quienes deberán imponerse al final si quieren sobrevivir.
Si bien tienen un desarrollo muy diferente, Funny Games (1997), Eden Lake (2008) y Shuttle (2008) muestran una cosa en común: las tres basan su premisa en el carácter arbitrario de la violencia, aunque en Shuttle dicha violencia sólo parece ser arbitraria al principio para revelarse posteriormente como algo premeditado y con un (perverso) razonamiento detrás. Otro punto que tienen en común es que las tres niegan al espectador algo que se suele dar por sentado en cintas de este calibre: la gratificación que da el que el menos uno de los protagonistas triunfe sobre sus agresores. A pesar de que no son las primeras ni las últimas películas en hacer esto, es algo que inevitablemente tiene un impacto emocional sobre el público difícil de ignorar y que en la mayoría de los casos lleva a rechazar la película o, al menos, apreciarla desde un punto de vista superficial. La pregunta que yo me hago en todo caso es si tiene sentido basar la apreciación final de una película precisamente en este efecto. La cinta de Haneke igual se salva por su condición de autor consagrado y por el hecho de que usa esta manipulación como argumento para un discurso sobre la violencia, pero no todos tienen esta suerte. En su crítica de Shuttle, por ejemplo, Roger Ebert afirma que en ella no existe catársis para el público sino simplemente un viaje sin remordimientos hacia la oscuridad.
Con el tiempo me he preguntado si mis reticencias en cuanto a Eden Lake no tendrán que ver también con esta idea. Todavía mantengo varias de mis razones por las cuales no me gusta mucho: bajo una fachada de explotación (que incluye hasta la protagonista de amplios pechos) veo en ella una mirada exageradamente cruel y negativa de las clases bajas, y me preocupa el hecho de que no son pocas las personas que me han dicho que lo que se ve en la película es un fiel reflejo de la realidad. Consideraciones morales aparte, me parece una cinta con momentos muy buenos pero que no se diferencia tanto de lo que la mayor parte de este cine ofrece. Sin embargo mi pregunta es más bien en cuanto al final, y es que Eden Lake no solamente te deja bien rezumado en odio a lo largo de su casi hora y media de duración sino que encima el desenlace no te ofrece una catarsis. Y por favor, no sigamos repitiendo como loros aquello de "al menos no tiene el típico final feliz": cualquiera que haya visto cine de terror de los últimos diez años sabrá que el "final feliz" hace tiempo dejó de ser el típico para convertirse en una rareza.
El caso de Shuttle es similar. Aunque es una película mucho más sobria y menos manipuladora que Eden Lake, también hace sufrir al público durante hora y media para al final estrellar todas sus esperanzas contra el suelo. Una búsqueda rápida a través de los foros de IMDB de esta película mostrará que la principal queja de aquellos que la odian es precisamente el final, cuando el personaje que más valor y capacidad ha demostrado a lo largo de toda la cinta es precisamente quien tiene el peor destino.
¿Es necesario tener esta gratificación emocional para el correcto "disfrute" de una historia de este tipo? ¿Es lícito que la negación de esa gratificación determine el juicio de valor sobre una película? ¿Donde termina el discurso intelectual sobre este hecho y comienza la explotación pura y dura? Sobre estas cosas todavía no tengo lo que se dice una respuesta. ¿Ustedes que opinan?

domingo, marzo 21, 2010

Reseña: Shuttle (2008)


Shuttle (2008) ha sido toda una sorpresa en el sentido de que es una película de la cual no esperaba realmente nada. Al igual que la ya comentada aquí P2 (2007), busca explotar el horror de un ambiente meramente urbano, con el valor añadido de tratarse de una premisa muy difícil de sacar adelante: un grupo de personas secuestradas por el conductor de un mini-autobús nocturno que los llevará a una noche de angustia y vejaciones por el desolado extrarradio de la ciudad. La cinta también ha sido comparada en ocasiones con películas como Funny Games (1997) y Eden Lake (2008) y la verdad es que hay ciertas semejanzas en su tono oscuro y deprimente, así como en un retrato del carácter a veces arbitrario de la violencia. Sin embargo, en Shuttle dicha violencia sólo parece ser al principio arbitraria, ya que poco a poco se va revelando como algo mucho más siniestro y premeditado.

Esto es lo que hace entre otras cosas que la cinta parezca al principio un thriller bastante convencional que poco a poco se va haciendo increíblemente cruel para con sus personajes y en ocasiones muy ingenioso por la manera como juega con las esperanzas del público. Lo mejor de todo es que el auténtico terror comienza bastante rápido, lo cual tiene su mérito no sólo porque se aleja de aquellos ejemplos similares que tardan siglos en arrancar de verdad sino encima porque la cinta es capaz de mantener el estado de tensión durante la mayor parte de su metraje sin decaer nunca, cosa nada fácil. En este mismo orden de ideas, resulta curiosa la manera en que logra darle la vuelta al subgénero de "turistas muertos" al tener lugar precisamente después del viaje, cuando los protagonistas ya están de regreso en casa y por lo tanto se sienten seguros. Lo fácil hubiese sido ambientar la historia en un lugar exótico; el hecho de hacer sufrir a sus personajes en suelo patrio tiene su mérito al convertir la ciudad de noche en un paraje solitario y tenebroso en el que puede ocurrir cualquier cosa. El ambiente, contrariamente a lo que se podría esperar en una premisa tan sencilla, está muy bien logrado.

Lo único que se le podría criticar es que, en ocasiones muy puntuales, requiere mucho del espectador en cuanto a credulidad, en el sentido de que los protagonistas tienen algunas ocasiones muy evidentes para mejorar su situación que no son aprovechadas por motivos meramente arbitrarios. Eso y una pequeña escena en la que se resuelve un conflicto dramático entre los personajes bastante salido de la nada y que por suerte dura poco. Como siempre, el final es una de las cosas más comentadas, en este caso por las sensaciones emotivas que puede dejar en el público y la decisión que toma el director y guionista Edward Anderson para dar salida al sufrimiento por el que ha hecho pasar a sus personajes y a su público. Anímicamente el desenlace se hace difícil, pero en parte es eso lo que hace la película memorable no sólo en cuanto a la revelación del "plan maestro" sino también en cuanto a su conexión con horrores mucho más reales y específicos, y lo mejor es que con todo y eso no se vuelve explotativa ni exagerada.

En virtud de esto he de cerrar con una cosa: quien sea que haya diseñado la carátula del DVD de esta película merece sin duda la peor de las muertes. Toda la portada en sí misma es un spoiler de los gordos que, al menos en mi caso, perturbó bastante mi disfrute de la película. Es inevitable verlo porque de otra forma difícilmente puedes identificarla, pero de todas formas es un golpe bajo. Aún así poneos una venda al manipular la caja y echar un vistazo a Shuttle si estáis de humor para una muestra de horror ingeniosa, cruel y tensa como pocas.

viernes, marzo 19, 2010

Reseña: Feast 2 (2008)

Feast 2: Sloppy Seconds (2008) parte con desventaja al tener que seguir los pasos de una película que utilizó las convenciones de las monster movie como material de derribo. Tras haber perdido el misterio de la primera parte, el director John Gulager (que repite al mando de la producción) queda sin más remedio que intentar superar la entrega anterior en locura y desparpajo, cosa que logra con creces aunque en ocasiones de forma un poco excesiva. De todas formas, lo cierto es que esta segunda parte estrenada directamente en DVD es una muy buena continuación que tiene el valor añadido de no rendirse ante la salida fácil de darle al público lo que espera. No es sólo una explotación del esquema de la primera parte, sino que directamente la dinamita hasta convertirse en una parodia que juega constantemente con las expectativas de aquel que la ve.

Decimos esto porque la película engaña al principio haciéndonos creer que su principal énfasis está en el argumento, cuando la líder de una pandilla de moteras lesbianas decide vengar la muerte de su hermana gemela en la primera película (una ingeniosa manera de recuperar a la actriz que hacía dicho papel) jurando encontrar a los responsables, que sobrevivieron al primer ataque. Esta subtrama de venganza es convenientemente abandonada una vez que la pandilla llega al pueblo cercano cuando este ya ha sido arrasado por los monstruos, obligándoles a plantar cara a las criaturas una vez más. Al estado de sitio se suman personajes a cada cual más estrafalarios como un vendedor de coches usados, su pirada esposa, su rastrero socio, un indigente que se ha atrincherado en la comisaria y hasta una pareja de enanos luchadores mexicanos, entre otros más.

La primera Feast (2005), quizás por lo limitado de sus recursos, tenía un desarrollo mucho menos grandilocuente con muy pocos personajes y se desarrollaba en un ambiente cerrado. Esta segunda parte es todo lo contrario; no solamente el escenario es más grande y hay un mayor número de personajes sino que la película directamente pasa de contar una historia. Es cierto, sin embargo, que en ocasiones se deja llevar demasiado por su premisa hasta el punto de parecer un tanto desarticulada y dada a una estructura basada en gags repulsivos pero también supérfluos para el argumento como la escena de disección de uno de los monstruos (bukake incluído), la polémica secuencia del rescate del bebé o toda la subtrama de la rubia encerrada en el badulaque. Pero si bien estos momentos no parecen hacer avanzar la trama, sí son pertinentes en lo que se refiere al tono que desea tener esta secuela y, sobre todo, a su mayor énfasis en la crueldad y el humor negro.

Esto es una muestra bastante clara de que a pesar de que mantiene varios de los preceptos formales de su antecesora, la vertiente cómica de Feast 2 es mucho más pronunciada y está totalmente desprovista de complejos. Es también mucho más explícita (no sólo en cuanto a violencia sino también porque esta vez sí vemos a los monstruos en toda su gloria) y sorprende su abierto desprecio a cualquier tipo de aclaración en cuanto al origen de las criaturas o la relevancia de algunos personajes, elementos sustituídos por cosas como un monstruo follándose a un gato, enanos con penes gigantes y una catapulta humana. Por supuesto no está exhenta de problemas debidos principalmente a sus excesos; sí es verdad que en muchas ocasiones es inconexa, autocomplaciente y a veces va demasiado lejos en cuanto a mantenerse en un mismo chiste (aquí pienso particularmente en la escena de la abuela, que termina alargándose demasiado tiempo), pero es suficientemente divertida y honesta para nunca llegar a hacerse larga. De hecho sí yo tuviese que encontrarle una única pega sería en que, a diferencia de la primera, no tiene una historia cerrada sino que termina abruptamente en espera de su conclusión en Feast 3: The Happy Finish (2009), hasta el punto en que ambas películas parecen una sola. Así que si estáis esperando que esta secuela sea tan redonda y eficiente como la primera parte puede que os llevéis una decepción, pero si queréis ver en realidad hasta donde es capaz de llegar la demencia de la película de Gulager aún a pesar de rendirse progresivamente a la comedia, Feast 2 se convierte en una experiencia muy agradable.

miércoles, marzo 17, 2010

Reseña: Sonámbulos (1992)

Sonámbulos (1992) fue la primera de una larga serie de colaboraciones entre el escritor Stephen King y el director Mick Garris. Dentro de la obra y los estándares de este último, se cuenta quizás entre sus trabajos más interesantes, aunque lo es más por las ideas que plantea que por su ejecución, que no deja de estar plagada de la medianía que por lo general le caracteriza. El guión, escrito por el propio King, no está basado en ninguno de sus trabajos, aunque presenta varias de sus constantes temáticas como el incesto, la reverencia a la Madre, los horrores ocultos bajo la amigable fachada de los pueblos pequeños y su fascinación macabra con los gatos, quienes aquí tienen un protagonismo muy marcado.

La película, hasta cierto punto, hace una pareja perfecta con Razas de noche (1990), de Clive Barker, estrenada dos años antes. Ambas son películas de monstruos narradas desde el punto de vista de los monstruos, específicamente una pareja de criaturas de aspecto felino, madre e hijo, que viajan de pueblo en pueblo haciéndose pasar por humanos para devorar jovencitas vírgenes. Aparte de una relación dominante de la madre hacia el hijo que incluye muestras nada disimuladas de incesto (aspecto como decíamos arriba habitual en la obra de King pero sorprendente en una película tan marcadamente mainstream como esta), los dos monstruos viven marcados por la constante persecución que sufren por parte de sus archienemigos los gatos, cuyo contacto es para ellos mortal.

Primero lo positivo: el guión ciertamente tiene ideas buenas, y es muy acertado ese tono de melancolía constante que hace que el público, a pesar de que nunca llega a ponerse del lado de los monstruos, sienta al menos pena por ellos. Muy buena resulta también la idea central acerca de la soledad de dos criaturas que creen ser las últimas de su especie y por lo tanto sólo se tienen la una a la otra. Detalles como este son los que la acercan a la película antes citada de Clive Barker, si bien carece del fascinante imaginario visual de esta. La estética, de hecho, es bastante convencional, los efectos especiales son a menudo sonrojantes (una de las lecciones que dejaron los años noventa es que el morphing casi nunca queda bien) y la verdadera apariencia de las criaturas, a decir verdad, no convence mucho por lo aparatoso de los trajes de látex en que están enfundados los actores.

En definitiva, una buena idea dañada por una ejecución que pudo dar mucho más de sí, algo habitual por otro lado en la obra de Mick Garris. Sin embargo, no es suya toda la culpa, ya que gran parte de la ineficacia de la película está en el guión del propio Stephen King, quien se muestra sumamente autocomplaciente en el desenlace de una historia que no sabe cerrar más allá de una muy burda y predecible confrontación final, que encima dinamita algunas de sus mejores ideas. Aún así (y esto me cuesta decirlo), el argumento de Sonámbulos es lo suficientemente bueno como para justificar que alguien le haga un remake un día de estos.

lunes, marzo 15, 2010

Frankenstein 1910 por fin entre nosotros

Esto sí es algo que no me esperaba: de acuerdo con los chicos de Bloody-Disgusting, el próximo 18 de marzo harán cien años del estreno de Frankenstein (1910), la adaptación fílmica de la novela de Mary Shelley producida por Edison Studios. Me extraña que casi nadie se haya hecho eco de esto porque al parecer han decidido celebrar el centenario con el lanzamiento de la película en DVD, incluyendo la correspondiente (y muy oportuna) restauración.
Si nunca habéis visto esta versión de Frankenstein, no os tomará mucho tiempo; dura menos de quince minutos y la podéis encontrar fácilmente en Youtube. Su interés va mucho más allá de razones meramente históricas, ya que incluso con lo limitado de su metraje es capaz de conseguir no sólo interesantes efectos técnicos para la época (ese monstruo que se va armando a partir de un esqueleto) sino también un curioso juego de identidad compartida entre la criatura y el científico que muestra hasta que punto el director y guionista J. Searle Dawley ha entendido el original de Shelley.
Desde aquí ya esperamos ansiosamente el lanzamiento en DVD para hacernos con ella. Eso seguro.

sábado, marzo 13, 2010

Reseña: The Cottage (2008)

Si el éxito de Shaun of the Dead (2004) causó un mayor interés por las comedias de horror británicas fuera de sus fronteras, The Cottage (2008) viene a ser una muy buena razón para seguir por ese camino. Al igual que la ya mencionada comedia de zombis y, sobre todo, la comentada aquí Desmembrados (2006), esta película de la que hablamos ahora guarda similitudes formales con un subgénero específico de terror (en este caso el slasher rural) pero en el fondo es una comedia con todas las de la ley. Su estilo del humor es muy británico en cuanto a la presentación de los personajes, pero sabe ser tremendamente divertida y al igual que los dos ejemplos anteriores, comienza como algo muy diferente para luego transformarse a la mitad del metraje en un ejercicio sangriento que no escatima en sufrimientos para sus personajes.

The Cottage es básicamente la historia de un secuestro que sale mal desde el principio, cuando sus perpetradores (unos soberbios Andy Serkis y Reece Shearsmith) cometen el error de llevar a su muy difícil prisionera a una cabaña apartada en medio de un bosque que por una terrible casualidad está rondado por un deforme y despiadado asesino. Progresivamente la película pasa de la comedia de enredos a una parodia consciente de historias similares como Las colinas tienen ojos (1977), con la que comparte incluso cierto discurso de clanes familiares enfrentados. La transición de la que hablamos aquí se da muy lentamente, tanto que muchos han manifestado su decepción en cuanto al escaso contenido terrorífico de la película, presente sobre todo en la segunda mitad. Creo sinceramente que el problema está en las expectativas generadas y el encasillamiento en un género específico. De hecho, me sorprende que incluso la carátula del DVD muestre la cara del misterioso asesino, ya que en la película sólo aparece a partir de la última media hora. Sin embargo, si uno es consciente de lo lento de esta evolución, la película no se hace larga ya que todo lo que ocurre antes del éxtasis gore es muy divertido y las actuaciones del cuarteto protagonista son muy buenas (espectacular la fobia de un personaje a las polillas).

Estos excesos sanguinolentos son los que evidencian además que el humor viene dado principalmente por los personajes; todo lo que ocurre en la película es tremendamente serio, el descubrimiento por parte de los protagonistas del habitáculo del asesino y su particular historia es genuinamente terrorífico, y la revelación de este ya cerca del desenlace convierte a la película en un ejemplo de auténtico horror que sólo es cómico debido a los personajes involucrados. Los lugares comunes de este subgénero de paletos asesinos están todos presentes aquí, apoyados además por unos efectos especiales sobresalientes y un final con la fuerza que hay que tener, desembocado en una confrontación feroz contra un auténtico monstruo ante el cual los protagonistas están en abierta desventaja.

Pasando por alto el detalle de las irreales expactivas generadas por su clasificación, se hace necesario echar un vistazo a The Cottage. Es verdad que la transición de un modelo a otro se da bastante tarde, pero es tan gradual y está tan inusualmente bien llevada que no me ha parecido para nada intrusiva. Al contrario, es con diferencia una de las comedias de terror británicas de los últimos años más recomendables. El director y guionista, Paul Andrew Williams, seguiría en el género de terror escribiendo el guión de The Children (2008), y prepara ya su nueva película dentro del género llamada Cherry Tree Lane (2010), la cual al parecer tenderá menos a la comedia. Espero solamente que tenga la misma fuerza que este singular y muy divertido trabajo.

jueves, marzo 11, 2010

Reseña: El palacio de los espíritus (1963)

Más que en cualquier otro caso, la sexta entrega de las Poe-movies de Roger Corman lo es sólo nominalmente: en realidad, El palacio de los espíritus (1963) es una adaptación bastante libre del relato de H.P. Lovecraft El caso de Charles Dexter Ward, y de hecho es considerada oficialmente como la primera adaptación al cine de la obra del autor de Providence. La American International Pictures, sin embargo, deseaba seguir explotando el filón de la saga de Corman, así que ordenó cambiar el título por el de un poema de Poe (The Haunted Palace) que es recitado al principio y al final pero con el que la película realmente no tiene nada que ver.

Aquellos que conozcan la fuente literaria y consideren la fidelidad como una virtud en sí misma (no es ya mi caso, he de reconocer) pueden llevarse una decepción bastante grande, puesto que el argumento del relato original está bastante simplificado para la película, aunque se mantiene el énfasis en el nigromante Joseph Curwen y su regreso de la tumba a través de uno de sus descendientes, Charles Dexter Ward, ambos interpretados por Vincent Price. La trama de investigación típicamente lovecraftiana con su triple marco narrativo y tres protagonistas es así eliminada por completo para ser sustituida por un tipo de producción más modesta y acorde con el gótico technicolor que Corman sacaba por aquel entonces. No debería sorprendernos ya que, después de todo, Lovecraft es un autor muy difícil de adaptar porque sus mejores elementos son muy a menudo dependientes del medio, en este caso de la literatura. Eso explica en parte que para esta película Corman se haya ido por lo seguro y haya dotado a El palacio de los espíritus de un ambiente que de lovecraftiano tiene muy poco: la ambientación se va más por los lados del gótico ya acostumbrado en estas producciones y heredado de los clásicos de la Universal: telarañas, candelabros, siniestros retratos embrujados, puertas chirriantes y un cementerio envuelto en niebla. Hay por supuesto elementos típicos de Lovecraft (el Necronomicón, los Antiguos, inefables monstruos en una fosa, aldeanos deformes y hasta un zigurat) pero estos se encuentran mezclados con aderezos típicos de Poe como la subtrama (ausente en el relato original) de la pasión necrofílica por la bella amante muerta, motivo recurrente de esta serie de películas.

La cinta reúne, como ya es habitual en la saga, a varios de los colaboradores de Corman como el compositor Ronald Stein (responsible de un tema musical bastante dramático e imponente aunque sobreutilizado) y el prolífico guionista Charles Beaumont. El guión también fue trabajado parcialmente por Francis Ford Coppola, aunque no aparece en los créditos. En cuanto a la película, esta guarda el mismo ambiente lúgubre de resto de las Poe-movies, aunque con ciertos toques distintos como el hecho de tener una secuencia inicial mucho más intensa de lo habitual que termina en el ajusticiamiento de Curwen a manos de una muchedumbre furiosa con antorchas y tridentes, algo ciertamente opuesto a los pausados inicios de Corman. Interesante es también la manera como la trama se desenvuelve poco a poco aunque por desgracia sin dejar de caer en los clichés propios de este tipo de producciones (la famosa regla de Corman de un-susto-cada-ocho-minutos). Vincent Price está genial como siempre, y muy buena es la sutil transformación que hace entre sus dos personajes, una metamorfosis resaltada innecesariamente por el maquillaje.

Las evidentes carencias estéticas de varias secuencias, la dejadez de algunas actuaciones como la de Lon Chaney Jr. y un muy atropellado final (que incluye la inexplicable y conveniente desaparición de los aliados del villano) hacen que El palacio de los espíritus no pueda contarse entre las mejores del ciclo Poe-Corman, mucho menos entre las mejores adaptaciones de Lovecraft, pero como primer intento de acercamiento al autor de Providence no está nada mal. Por cierto, el director de arte de esta película, Daniel Haller, seguiría la senda de adaptaciones al ofrecer, pocos años después, su propia versión de Lovecraft con El horror de Dunwich (1970), evidente deudora del estilo Corman de la que hablaremos otro día.

martes, marzo 09, 2010

Reseña: Halloween 5 (1989)

Hace ya un tiempo hablábamos aquí de Halloween 4 (1988), la vuelta a las andadas del más famoso slasher de Haddonfield. Por lo visto le fue muy bien al asesino de la máscara blanca, ya que al poco tiempo teníamos Halloween 5: La venganza de Michael Myers (1989), continuación directa que es sin embargo una de las entregas menos populares de la saga. Los motivos de esto pueden estar en las prisas que se dio el estudio para realizar la película, estrenada menos de un año después de la anterior entrega. Sólo así se explica que a pesar de partir de una situación bastante típica en los slasher films y en esta saga en particular (Michael Myers sobrevive milagrosamente al final de la entrega anterior y regresa un año después para acosar de nuevo a su sobrina Jamie), el argumento no tenga lo que se dice una dirección definida, simplemente se siente como un montón de escenas hiladas por la presencia de Myers como el asesino.

El resto es prácticamente idéntico a la entrega anterior, con la policía montando caza a Myers mientras Sam Loomis intenta en vano sacar información de la pequeña Jamie, quien ha perdido el habla tras su traumática experiencia. Este conflicto no está lo que se dice muy claro; Jamie parece no querer ayudar a Loomis a pesar de que ambos quieren la misma cosa, y llegado un momento recupera el habla sin motivo alguno. Esto no hace más que evidenciar que de todas las entregas de la saga esta es una de las que se sienten más improvisadas, empezando por el hecho de que no hay realmente una protagonista; están los típicos jóvenes víctimas, pero ninguno de ellos tiene realmente una participación. La película intenta un giro ingenioso al despachar en primer lugar a quien parece ser la chica principal para así sorprender al público y hacerle sentir que nadie está a salvo, pero luego no sabe sustituirla. La inclusión de dos ineptos policías como elemento cómico parece algo sacado de otra película y resulta bastante lamentable. Asimismo hay demasiadas cosas que quedan sin resolver a nivel de argumento: la escena que explica cómo sobrevive Michael Myers, tomada por cierto de La novia de Frankenstein (1935), está bien pero no se nos dice en ningún momento qué fue de él durante el año que estuvo ausente, cosa que deberíamos saber tal como está presentada la película. El hilo dramático de Jamie con el que terminó la película anterior no se sigue y los muchos guiños que la trama deja entrever hacia lo sobrenatural no son explorados, comenzando por la presencia de un misterioso personaje nuevo del que nunca sabemos nada.

Hay, sin embargo, cosas destacables en cuanto a personajes. Sam Loomis está por lo visto más loco que nunca (de hecho Donald Pleasance sigue siendo lo mejor de la saga), y a pesar de que vemos a Michael Myers hacer aquí cosas insólitas como conducir un coche, el personaje está muy en la línea de esa forma silente e impersonal que acecha en las sombras, además de más logrado estéticamente y mucho más agresivo en sus maneras, destacando sobre todo la escena final en la cual se enfrenta a Jamie en el ático de su antigua casa. Son estos últimos veinte minutos, a decir verdad, lo único realmente destacable de la película, ya que no sólo ahondan muy bien en la relación entre el asesino y su víctima predilecta sino que dejan intuir el giro de la saga a lo sobrenatural sugiriendo vínculos entre Michael Myers y elementos de magia negra, cosas que serían explicadas en la sexta entrega. El resto es prácticamente una bastardización del concepto de slasher convencional tipo Viernes 13 (1980), saga que paradójicamente comenzó copiando el estilo de Halloween.

Es una lástima que este clímax final, valiente en el sentido de querer llevar la saga por un camino distinto a lo que se esperaba, sirva principalmente como anzuelo para la siguiente entrega; Halloween 5 tiene de hecho muchos indicios de un argumento interesante que se pierden al no ser desarrollados: ¿por qué Michael Myers es salvado, curado y mantenido por un año? ¿Por qué tiene un vínculo telepático con Jamie? ¿Quién es el misterioso hombre de negro? ¿Por qué la película se titula La venganza de Michael Myers? ¿De quién o qué se está vengando? Todas estas cosas son presentadas pero quedan en el aire, lo que convierte esta quinta entrega en un simple puente entre la cuarta y la sexta película de la saga, pero para eso ciertamente no hacía falta hora y media de retazos argumentales. Porque el problema mayor sigue siendo que el interesante clímax final podría perfectamente haberse incorporado al desenlace de la cuarta entrega, haciendo esta secuela francamente innecesaria.

viernes, marzo 05, 2010

Reseña: Godsend (2004)

El británico Nick Hamm, director de la ya comentada aquí The Hole (2001) continuó su carrera en el género de terror con Godsend (2004), incorrectamente traducida en España como El enviado, un thriller con premisa de ciencia-ficción mezclada con elementos sobrenaturales. La trama trata de una pareja que pierde a su único hijo en un accidente y, ante la imposibilidad de concebir de nuevo, acepta la propuesta de un inescrupuloso científico de clonar clandestinamente a su pequeño y empezar de nuevo sus vidas en un pueblo apartado, fingiendo que nada ha ocurrido. Ocho años después, cuando el nuevo Adam (¡alerta de cliché!) alcanza la edad que tenía cuando murió, empieza a ser presa de extraños sucesos y visiones que muestran que no todo es tan perfecto como sus padres pensaban.

Una de las características más notables de Godsend es que intenta abordar su premisa acerca de los conflictos morales de la clonación humana de una manera “seria”, pero al mismo tiempo sin renunciar a sus intenciones de thriller, tarea sumamente difícil. Muy previsiblemente, al final acaba tirando la toalla, ya que la película no es más que otro ejemplo típico de historias macabras acerca de secretos del pasado ligados a eventos “sobrenaturales”, con niños malvados de por medio y una subtrama de investigación, todo bastante tópico. El misterio encima es demasiado fácil y la dichosa trama investigativa se resuelve muy rápido, lo que no impide que la cinta se haga larga, aburrida, y que tarde mucho en ocurrir algo interesante. En general, el principal problema es que la película dota de un envoltorio solemne y estéril a conceptos que ya se han manejado de forma mucho más honesta en películas con menos pretensiones: niños terribles, la idea del Mal como algo innato, científicos amorales y un pueblo apacible dominado por una gran corporación, todos ellos elementos atractivos pero que aquí pasan casi desapercibidos.

Entre los pocos aciertos de la cinta (aparte de la imagen de Rebecca Romjin como una MILF de mucho cuidado) está el niño protagonista, Cameron Bright, un actor infantil bastante bueno quien ese mismo año apareció en Birth (2004), una película con Nicole Kidman que casualmente toca un tema muy similar de un ser querido que regresa de la muerte en condiciones misteriosas, aunque en este caso lejos del género de terror. El crío hace un buen trabajo, quizás demasiado bueno para lo que la película se merece. Robert De Niro da caché a la producción en un papel secundario sin demasiado brillo, y se nota que sólo está recitando sus líneas y tratando de pasar por alto el hecho que la premisa dramática de la película no tiene sentido alguno (sólo los tres adultos involucrados saben de la clonación: ¿por qué es necesario el cambio de pueblo y de vida si Adam 2 crecería como un niño normal en nada diferente de un segundo hijo?). Pero lo más terrible de todo es que la película fracasa en lo mismo que todas aquellas historias que intentar tratar seriamente el tema de la clonación humana: es incapaz de abordar el discurso moral del asunto sin caer en argumentos banales y sentimentalismos fáciles y baratos; incluso la principal discusión sobre el tema, ya casi al final de la película, tiene lugar dentro de una iglesia, lo cual dudo mucho sea una casualidad.

Todo esto está rematado por un muy pobre final, anticlimático a más no poder, como si no hubiesen sabido cómo terminar la película. El conflicto parece no resolverse del todo, y la resolución de la trama es poco creíble en cuanto a los personajes (el destino del de Robert De Niro es especialmente insólito). Asimismo, los elementos de “miedo” están bastante forzados, y en general esto acaba con una película que intenta ser una fábula moral inteligente pero al final termina pareciendo bastante tonta. Aparentemente, se rodaron cinco finales distintos, y en consecuencia usaron el más moderado pero también el que deja un mayor número de interrogantes sin resolver, aunque dudo mucho que se hubiera podido hacer algo mejor que esta aburrida y muy prescindible historia.

miércoles, marzo 03, 2010

Reseña: La galaxia del terror (1981)

Entre los muchos ejemplos que conforman el legado de cine de terror espacial de nuestro xenomorfo favorito tenemos esta curiosa película conocida como La galaxia del terror (1981), la cual sólo es en apariencia una historia de criaturas que parte de una idea muy básica y ya vista antes: una misión de rescate enviada a un planeta desértico donde una nave se ha estrellado misteriosamente en las cercanías de una estructura piramidal perteneciente, por lo visto, a una antigua cultura alienígena. La película, a pesar de su espíritu serie B, es argumentalmente bastante ambiciosa al mezclar el tema de los viajes espaciales con contenidos pseudo-místicos representados en el personaje del Amo del Planeta, un monarca al parecer omnipotente que es quien encarga la misión con fines misteriosos que sólo él conoce.

Pero sus ambiciones temáticas se contraponen con sus mucho más humildes aunque bien aprovechados recursos; La galaxia del terror es, como muchos ya sabéis, una modesta producción de Roger Corman, aunque también es una de las mejores películas que ha apadrinado. Por todo lo que comentábamos anteriormente, en su momento fue acusada de ser un vulgar plagio de Alien (1979), y aunque es cierto que estéticamente guarda muchas similitudes y que obviamente su estreno fue calculado para aprovechar de forma bastante oportunista el éxito de la cinta de Ridley Scott, tiene un argumento muy distinto con bastantes méritos propios. En realidad, y esto es algo que se ha comentado muchas veces, la película tiene muchos más paralelismos con El planeta prohibido (1956), sólo que con un tratamiento más cercano al terror. Es también una cinta muy en la línea de la larga serie de explotaciones del concepto Star Wars llevado a la serie B, algo a lo que Corman y sus pupilos dedicaron muchos de sus esfuerzos.

Siguiendo con la costumbre de Corman de preparar el camino a futuras promesas del cine, La galaxia del terror fue también uno de los primeros trabajos de James Cameron, quien se encargó del diseño de producción y de dirigir la segunda unidad de rodaje. Incluso sin leer los créditos, la mano de Cameron se nota mucho en detalles estéticos que posteriormente veríamos en películas suyas como Terminator (1984) y Aliens (1986). Dicha estética, por cierto, es sorprendentemente buena considerando el escaso presupuesto de la película; el mundo alienígena en el que se encuentran los personajes transmite una sensación de enormidad insólita en una producción tan modesta. Esto cobra una relevancia mucho mayor a medida que la película avanza y nos damos cuenta de que no es una historia de monstruos convencional, sino un relato mucho más psicológico que hoy en día se ha hecho famoso, sin embargo, gracias a la escena en la que una de las mujeres de la tripulación es explícitamente violada por un monstruo gusanoide con tentáculos. Debido a esto, la película es hoy en día asociada a ejemplos similares de explotación, algo que se nota en un cartel que ofrece desvergonzadamente una publicidad engañosa.

Lo cierto es que más allá de esta escena (que dura menos de un minuto y sin embargo es la imagen más recordada de la película), La galaxia del terror ha dejado una estela considerable en cuanto a su estética y temática, más incluso de lo que se le concede, y su sombra se extiende no sólo en las ya mencionadas Terminator y Aliens sino también en muestras de terror más recientes como Horizonte final (1997) y Pandorum (2009), con la que comparten su tentativa de mezclar la ambientación espacial con el terror psicológico. Si a eso sumamos la presencia de favoritos del género como Sid Haig o Robert Englund, el resultado es que nos encontramos ante una película muy notable que vale la pena rescatar del relativo olvido al que ha sido relegada fuera del círculo de fanáticos del tentacle rape. Desde aqui aconsejamos echarle un vistazo.

lunes, marzo 01, 2010

Reseña: Pulse 3 (2008)

Este cierre de la trilogía iniciada con la versión americana de Pulse (2006) salió, como su antecesora, directamente en formato casero, y con ella forma una dupla bastante diferente del remake que vio nacer la saga. En realidad, esta tercera parte, titulada Pulse 3: Invasion (2008) abandona las pretensiones de monster-movie de la primera y continúa la senda post-apocalíptica iniciada por Pulse 2: Afterlife (2008). De esta forma su guionista y director, Joel Soisson, parece querer compensar una carencia de medios bastante evidente que se traduce en la que probablemente sea la más sencilla de las tres películas.

Tanto es así que el argumento podría haber transcurrido en menos de la mitad del metraje: Justine, la niña superviviente de la segunda película, ha pasado los últimos siete años viviendo en una comunidad de refugiados, un ambiente sucio y ruinoso que ha rechazado la tecnología pero que al parecer se ha ido rindiendo poco a poco a la superstición y a la miseria. Pero un día Justine encuentra entre las ruinas un ordenador en el que halla la voz de Adam, un enamorado virtual que asegura estar vivo entre las ruinas de la ciudad y por el que iniciará un viaje que la llevará a través de los despojos de la antigua civilización humana. Tal como ocurriera con la película anterior, la idea de la que parte esta tercera entrega ciertamente no es mala y daba para un desarrollo interesante que cerrara la trilogía de forma decente. Por desgracia no es así, ya que las carencias de las que hacía gala Pulse 2 están aquí bastante exageradas. Uno de los principales problemas es, como ya mencionaba arriba, que el argumento se siente demasiado estirado. En el viaje de Justine hasta la ciudad no ocurre prácticamente nada salvo una visita a una antigua granja de algodón que no aporta gran cosa al argumento.

Pero es que además, gran parte del tiempo de metraje se va en situaciones dramáticas que no conducen a ninguna parte. Hay una escena, por citar un ejemplo, que busca crear un supuesto drama entre Justine y el fantasma de su madre (reminescencia de la película anterior) que no sólo resulta intrascendente dadas las motivaciones reales del personaje para haber iniciado su viaje sino que encima da pie a un monólogo bastante pobre y de un dramatismo de culebrón. La reaparición de otro personaje de la segunda película da pie a una revelación no-tan-sorprendente acerca de las verdaderas intenciones de Adam, pero la resolución que se da a este conflicto es cuanto menos confusa al dejar las motivaciones de Justine como una gran incógnita.

Estéticamente la película es tan terrible como la anterior; el uso reiterado de la pantalla azul en prácticamente todas las escenas está muy mal hecho y (digan lo que digan) distrae demasiado. Nuevamente la película insiste con el diseño estático-electrónico de los fantasmas, pero la ambientación de ciudades ruinosas con espíritus deambulando lentamente tiene ecos inconfundibles a Soy Leyenda y a práticamente todas las cintas de zombis que se han hecho en los últimos años. Nada de esto salva la monotonía de Pulse 3, una película que termina con una vergonzosa moralina final acerca de las "bondades de la vida sencilla". Es una pena porque dentro de todo hay buenas ideas en el planteamiento inicial que no encuentran una salida digna.