miércoles, enero 31, 2007

Reseña: El día de los muertos (1985)

A principios de la década de los ochenta, el de George Romero era un nombre en boca de todos. Nadie ponía en duda el valor de una cinta como La noche de los muertos vivientes (1968), y el impresionante éxito comercial y crítico de su secuela, El amanecer de los muertos (1979), lo situaba en la mira de los grandes estudios una vez más. Por eso no fue raro que los de Laurel Films le ofrecieran un suculento trato para hacer la nada desdeñable cantidad de tres películas. Además, la productora ofreció unas condiciones soñadas para este director (y cualquiera): las primeras dos películas podían ser las que Romero quisiera, y tendría total libertad para hacerlas a su antojo. La única condición que imponían era que la tercera cinta fuese una nueva entrega de su ya famosa saga de zombis. No se puede negar que Romero cumplió: tras la bizarrada que fue Los caballeros de la moto (1981) y posterior a su colaboración con Stephen King en Creepshow (1982), la factoría romeriana produjo su tercera película de cadáveres ambulantes, titulada muy apropiadamente El día de los muertos (1985).

El día de los muertos supone un gran salto adelante en lo que a cintas de zombis se refiere. A diferencia de las dos partes que la precedieron, esta tercera entrega estaba destinada a ser una película épica y de un tratamiento que sólo el gran poder financiero de un estudio puede dar. Las ambiciones de Romero, sin embargo, quedarían un tanto decepcionadas, pero de eso hablaremos más adelante. Lo que importa aquí es que Romero consigue, con menos recursos de lo esperado, no sólo una épica de zombis que en nada desmerece a las dos obras maestras que vinieron antes, sino que además, es la última cinta de este sub-género que pudo ser tomada "en serio" (1).

Si su primera película era una metáfora sobre la desconfianza inherente al ser humano y la segunda una cruel sátira a la cultura de consumo, esta tercera parte representa un fiel paralelo al militarismo y al condicionamiento del hombre por el hombre. Romero nos sitúa unos cuantos años en el futuro, en un planeta Tierra completamente devastado por los muertos vivientes, con unos cuantos refugiados sepultados en una gigantesca base subterránea de Florida. En este lugar, tres grupos humanos luchan por sobrevivir e imponerse uno al otro. Por un lado, los militares, liderados por el capitán Rhodes, quienes opinan que deberían salir y abrirse paso entre las hordas caníbales a tiro limpio, eliminando cuanto se atraviese en su camino. A ellos se enfrentan los científicos, al mando del doctor Logan (apodado "Dr. Frankenstein") quien cree que los zombis deben ser estudiados para encontrar la manera de volverlos inofensivos al hombre. En medio de estos dos grupos están los pilotos, entre ellos Sarah, nuestra protagonista. Los pilotos no son más que los mandaderos de científicos y militares, pero no tardan en darse cuenta de que sólo es cuestión de tiempo antes de que el Infierno se desate en su hasta entonces inexpugnable escondite, ya que los "vivos" no han más que luchar entre ellos mientras los muertos se acumulan fuera de las murallas a ritmo escalonado.

Pero claro, todos los que han visto la imagen que adorna esta reseña (y que conocen la cinta de Romero) saben de sobra cual es el principal atractivo argumental y metafórico de esta película: el zombi más carismático de cuantos existen, y que no es otro que "Bub", la mayor esperanza del doctor Logan, quien está convencido de que un muerto viviente puede ser "reeducado" para enseñarle a convivir con los humanos vivos. El adiestramiento de Bub, así como su desenlace al final de la película, constituye la última y más grande bofetada al desmedido ego del ser humano, incapaz de aprehender la realidad incluso ante el rostro mismo del horror. Un horror que, una vez más, se manifiesta a través de aquello que hace grande al cine de Romero: no se trata, como siempre, del conflicto entre humanos y zombis, sino del conflicto entre los propios humanos que se muestran incapaces de superar aquello que los separa. Cuando se desata el inevitable final, este es exclusivamente culpa de los vivos, y son precisamente sus carnes las que pagan las consecuencias. Esto, por cierto, destaca gracias a los efectos especiales de Tom Savini, quien consigue con El día de los muertos el que probablemente sea su mejor trabajo en el mundo del gore, uno que todavía proyecta una larga sombra más de veinte años después de su estreno.

Por desgracia, el presupuesto de Romero no llegó a cubrir las expectativas de la gran épica zombi que tenía planeada, y varias de las subtramas se quedarían engavetadas hasta el estreno, años después, de La tierra de los muertos (2005). Esta, asimismo, no consiguió despegar comercialmente hablando, aunque como sucede con casi todo el cine de su director, ha desatado un fértil culto con el paso del tiempo, de esos que no mueren.



(1) No olvidemos 1985 es también el año en el que se estrena la película El regreso de los muertos vivientes (1985), genial parodia dirigida por Dan O'Bannon. También es en ese año cuando se estrena el vídeoclip Thriller, de Michael Jackson, dirigido por John Landis y con efectos especiales de Rick Baker. Ambas piezas enterrarían (nunca mejor dicho) el cine de zombis durante casi tres décadas.

sábado, enero 27, 2007

Reseña: Cry_Wolf (2005)

Los responsables de Cry_Wolf (2005) ciertamente creyeron de forma sincera que estaban haciendo algo distinto de toda la avalancha de slashers adolescentes que pululan por allí desde hace una década, pero sin embargo, nadie podrá deslastrarse de la sensación de estar viendo una película hecha cientos de veces. Y no es que no comience de forma prometedora, ya que sus primeros minutos demuestran algo de inteligencia (tanta como puede tener una película de terror con Bon Jovi en el elenco), que lamentablemente se pierde en una última media hora pesada y casi por completo carente de interés.

Estrenada con bastante retraso en España, Cry_Wolf trata de un grupo de jóvenes estudiantes de una preparatoria pija que un día, para distraer un poco sus anodinas y vácuas vidas, deciden montar un elaborado engaño a todo el instituto. Aprovechando las recientes noticias de una chica que fue asesinada en las cercanías del campus, Owen y Dodger crean un serial-killer ficticio apodado "El Lobo" y difunden su supuesta vida y crímenes en un correo electrónico dirigido a todos los estudiantes. Pronto se crea una leyenda urbana a partir de la nada, los rumores vuelan, la policía es informada y el engaño parece tan sustancioso como la realidad misma, hasta que Owen (quien fue el que envió el correo) comienza a recibir textos amenazantes en su sistema de mensajería instantánea. Todo parece indicar que el verdadero asesino no se ha tomado la broma con muy buen humor y ha decidido ir a por los chavales. ¿O quizás no?

El doble juego de las mentiras, engaños y suposiciones es una constante de esta película, y lo curioso es que por el título (y la campaña publicitaria) parecía que Cry_Wolf explotaba el filón de la mensajería instantánea como lei-motiv de la historia. En realidad, nada más lejos del resultado final, puesto que dicha mensajería ocupa solamente un par de secuencias. Para encontrar la fuente de inspiración de esta película hay que remontarse más bien a la cinta Leyenda urbana (1999), el clon de Kevin Williamson dirigido por Jaime Blanks y que también enfrentaba a un grupo de universitarios a la voluntad de un asesino en el campus. Pero a diferencia de esta, la que hoy nos ocupa es mucho menos explícita y más inclinada al suspenso que a la violencia gráfica. De hecho, salvo el crimen que da inicio a la historia (y que transcurre antes de los créditos iniciales), casi toda la charcutería ocurre por completo en los últimos minutos y de forma bastante apresurada y poco gráfica, así que aquellos que vayan a verla esperando una ola incontenible de violencia slasher será mejor que vayan a otro lado. De todas dormas, lo más interesante no es la violencia, sino el constante juego que se presenta para saber hasta que punto aquello que sucede es real; ante la evidencia que se acumula frente a sus ojos de que algo muy raro está ocurriendo, Owen insiste en que todo no es más que un montaje de sus amigos, especialmente Dodger, manipuladora como toda pelirroja que se respete. Es en estos momentos de incertidumbre donde Cry_Wolf parece realmente ser algo distinto.

El problema, como siempre, viene dado por la resolución de dicho truco, y es que la última media hora de metraje se hace larga y tediosa, y específicamente la sorpresa final es rebuscada y muy poco creíble, aparte del hecho de que se ve venir a leguas. Al final, esta película no logra distinguirse de los cientos de imitadores de Scream (1996) que han surgido (es evidente que la de Wes Craven es de las películas de terror más influyentes de las últimas dos décadas), y aunque posee una primera parte interesante, parece después perderse en su propio misterio. No es tan mala como para que merezca ser tirada a la basura, pero definitivamente no pagaría una entrada de cine para ir a verla, lo cual (creo) resume bastante bien mi opinión sobre ella.

domingo, enero 21, 2007

Reseña: Pelts (2006)

Por lo visto, ni siquiera Darío Argento se salva del reciente bache de calidad de la segunda temporada de Masters of Horror. Su episodio, Pelts (2006), uno de los más anticipados tras la (para mí) sorprendente Jenifer (2005), es otro de esos capítulos no demasiado memorables. Si bien tiene algunos puntos a destacar que hacen que no sea una pérdida total de tiempo, está muy por debajo de lo que cualquiera podría esperar tanto del director como de la serie, ya que ambos nos han brindado suficientes momentos agradables como para que todo fan del cine de terror pueda desear grandes cosas.

Cualquiera que haya conocido la genial serie basada en los cómics de EC, Cuentos de la cripta, no tardará en reconocer el esquema de Pelts: el auge y caída de un personaje que es castigado por su extrama codicia y/o lujuria. En este caso, dicho personaje es Jake (el cantante/actor/ídolo Meat Loaf), un comerciante de pieles de poca monta que sueña con elaborar el abrigo que no sólo le ponga en la pista central del negocio de la peletería, sino que también le haga lo bastante rico para seducir a una stripper por la que anda obsesionado pero que le deja bien claro lo repulsivo que es. La oportunidad se presenta finalmente a la puerta de Jake cuando encuentra, en el taller de su proveedor predilecto, doce pieles de mapache absolutamente perfectas, con las que podría finalmente confeccionar su abrigo soñado. Las pieles son tan hermosas, que Jake pasa por alto el desagradable detalle de que dicho cazador y su hijo han sido víctimas de un asesinato/suicidio capaz de revolverle las tripas al más pintado. Y es que las pieles, tomadas de animales provenientes de un bosque sagrado de los alrededores, llevan consigo una maldición de esas que no se deben pasar por alto.

Ya sabemos de sobra que esta segunda temporada de Masters of Horror parece haber caído en la creencia (errada, por lo demás) de que lo que hizo grande a la primera parte de la serie fue su muestra liberal de gore y tetas, y Pelts no es la excepción al tratarse del más sangriento de todos los capítulos hasta hoy visto. Sin embargo, se les ha pasado bastante la mano, porque la casquería de este capítulo de Argento es tan estrambótica que resulta inverosímil e incluso ridícula. Además, la comparación anterior con la serie de Cuentos de la cripta sirve para ver dónde está el problema, ya que aunque comparten una misma estructura narrativa, en Cuentos... esta funcionaba al tratarse de un formato de media hora. Al alcanzar la hora de duración, Pelts se siente estirado e innecesario, un mal que ha aquejado a todos estos primeros seis capítulos. Esa es una deficiencia narrativa que todo el gore y el sexo del mundo no pueden ocultar.

Y es que si un problema veo con casi todos estos episodios que hemos visto hasta ahora es que todos (salvo el de Brad Anderson) se parecen demasiado, cuando lo realmente interesante de la primera temporada era las diferencias entre los estilos de cada director. Esta segunda tanda parece haber ignorado eso por completo al cortar casi todos sus capítulos con la misma tijera. Pelts no está tan mal después de todo, ya que la historia es lo suficientemente interesante como para manternos en espera de su evidente aunque no menos brutal desenlace, pero aún sigue estando muy por debajo de lo que se puede esperar. Esperemos solamente que el séptimo episodio, destinado a Joe Dante, eleve un poco el listón de esta temporada.

viernes, enero 19, 2007

Tres tristes trailers 4

Este primer trailer viene cortesía del señor Eki, quien tuvo el gesto de enviarmelo, porque la verdad es que no sabía nada de su existencia. Así, de entrada, podemos darnos cuenta de que Disturbia (2007) no es completamente una película de terror, y que además, parece una versión más o menos "actualizada" de La ventana indiscreta (1954), y es que ya sabemos que Hitchcock es sin duda el director más plagiado de la historia del cine. La historia, que se puede entrever fácilmente por el avance, va de un chico encerrado bajo arresto domiciliario (con detector de movimientos y todo) que descubre a su vecino masacrando a una joven, por lo que ahora tiene que vérselas negras para hacer que la policía atrape al culpable. Esto es difícil no sólo porque la Ley no parece estar de su lado debido a su pasado delictivo, sino porque su vecino ya "sabe que él sabe" y evidentemente va a por él. Dificulto que haya sorpresas, pero si debo decir verdad, no pinta mal este nuevo thriller adolescente. Yo, con que sea tan disfrutable como Cuando llama un extraño (2006) me conformo.

El avance de Blood and Chocolate (2007) dice "de los creadores de Underworld (2003)" y la verdad es que se nota, tanto en la estética como en el mercado al que está dirigido. Está basada en la novela de Annette Curtis Klause, la cual no conozco. Aunque a decir verdad, también tiene un argumento terriblemente parecido al de Un hombre-lobo americano en París (1997): un chico de viaje por tierras europeas se enamora perdidamente de una guapa muchacha que resulta ser un no tan guapo monstruo. Sin embargo, el tono de esta película (que por cierto, no tengo la más mínima idea de a que viene el título tan estrafalario) parece tender más hacia una película fantástica que hacia el cine de terror (esas transformaciones "mágicas" en lobos blancos dicen mucho). Como puntos graciosos, la hilarante línea de "¿cómo es que sabes tanto sobre lobos?" dicha con esa carga de sospecha, y el acento chungo de Olivier Martínez, quien parece hallarse en un punto bastante bajo. Esta es una de esas películas que pueden ser o muy buenas o terribles, no hay cabida para términos medios.

Por último, si el ambiente y estilo de The Messengers (2007) les recuerda bastante a los estereotipos del terror oriental, existe una razón más que evidente: la presencia en la silla de director de los hermanos Danny y Oxide Pang, creadores de la (para mí) decepcionante The Eye (2002) y la (también para mí) mucho más interesante Ab-Normal Beauty (2004). Considerando que los hermanos no son ningunos novatos, podría hasta considerar esta película, si bien probablemente tenga uno de los peores avances de esta temporada, lleno hasta el tope de topicazos como "la misma voz de todos los trailers habidos y por haber" y la convicción aparentemente dogmática de que las canciones infantiles acojonan porque sí. En todo caso, son tres muestras de lo que se nos viene encima, nunca mejor dicho: tres tristes trailers.

lunes, enero 15, 2007

Guest Starring...

Los latifundistas de Tierras de Cinefagia han cometido su primera falta de criterio de este año: reclutar a un servidor como invitado para su sección más estrambótica. Más allá de la desgracia que les ha caído encima, esto me viene como anillo al dedo por varios motivos:
1. Me da un par de días de tregua para preparar algo que no sea un evidente post de transición.
2. Me da la oportunidad de codearme con sectores de la crema y nata de la "burrósfera".
3. Y sobre todo: me permite hablar sobre ciertas joyas cinematográficas que (se los aseguro) jamás verán por aquí.
Disfruten.

sábado, enero 13, 2007

Reseña: Kairo (2001)

Resulta muy curioso (y acojonante) que mi ordenador haya empezado a dar problemas justo los días en que he intentado hablar de Kairo (2001), película que ha estado dando vueltas por el depósito de reseñas de este blog durante ya varias semanas. Si no he mencionado antes esta cinta de Kiyoshi Kurosawa (nada que ver con el otro Kurosawa de los seis samurais más uno) ha sido porque he intentado también buscar la mejor manera de abordarla, ya que no es una película fácil de resumir para mí. Los que sigan esta nota del terror oriental sin duda la conocerán, ya que fue una de las que más ayudó a popularizar este sub-género en Occidente, y por razones mucho más que las que pueda ofrecer una moda pasajera. Sí, ya lo puedo adelantar: es una obra maestra.

Decir de qué trata no es sencillo, pero lo intentaré: todo comienza cuando Michi, una joven que trabaja en una floristería de Tokio (o al menos creo que es una floristería; nunca queda muy claro) decide ir al piso de un amigo que lleva varios días sin aparecer en el trabajo. Al llegar allá, se da cuenta de que el amigo en cuestión no ha salido de casa en varios días, y aunque al principio nada parece demasiado extraño, pocos minutos el chico se suicida prácticamente frente a sus narices. Este evento es solamente uno que se repite incesantemente entre varias personas de toda la ciudad, que acaban voluntariamente con su vida o simplemente desaparecen (a veces delante de incrédulos testigos). Todas las muertes y desapariciones parecen estar relacionadas con una misteriosa página web que promete interacción con fantasmas, así que Michi y un joven estudiante intentan llegar al fondo del asunto mientras el mundo entero se desmorona a su alrededor, víctima de una ola de fatalismo que se apodera de cada vez más personas.

Al principio, y dada la trama anteriormente descrita, Kairo parece una entrada más a los típicos clichés del cine de terror oriental: fantasmas de cara blanca y pelo largo y una "maldición" que se propaga a través de la tecnología, pero estos detalles anecdóticos, a diferencia de otras cintas del mismo género, son sólo el punto de partida. La película de Kurosawa maneja ideas mucho más interesantes, utilizando el devenir de la tecnología como una metáfora del Apocalipsis. En Kairo, la tecnología es fría y alienante, e incluso aquello que supuestamente une a las personas termina aislándolas y dejándolas a merced de una fuerza sobrenatural que se nutre precisamente de esa soledad. De esta manera, el Fin del Mundo que sugiere no es dramático como un incendio, sino lento y gradual como una lámpara que se apaga.

Otra cosa que diferencia esta película de sus antecesoras niponas es el alcance. Mientras que Ringu (1998), Dark Water (2002) y Ju-On (2003) tienden a ser intimistas, Kairo es épica, y aunque parezca increíble, lo logra a la perfección. A medida que va avanzando la película y vemos a una megalópolis como Tokio convertirse lentamente en un lugar atestado de "fantasmas", nos damos cuenta del poder que sugiere la metáfora empleada por Kurosawa. El director, además, logra algo magistral (y muy difícil) en la manera como deja abierto a la interpretación el origen real de la amenaza que se cierne sobre los personajes. El final es, asimismo, tan poético, tan macabro y tan inquietante, que trasciende la pura forma del terror y pasa al terreno especulativo que hace grande al cine de género. Y es que Kairo funciona no sólo como peli de miedo, sino también como comentario de una sociedad tecnócrata, distante y alienante, de un reino de soledad que se manifiesta en un paso hacia el reino de los muertos. Pero también funciona a un nivel menos intelectual: no pasa casi ni un minuto sin que asistamos a otra de esas imágenes y atmósferas que se superponen en un crescendo aterrador e inquietante. Kurosawa ha logrado, sin duda alguna, una de las películas de terror orientales que perdurarán en nuestra memoria mucho después de que la fiebre del horror asiático y sus refritos haya dejado de existir.

Decir más es inútil. De hecho, creo que ya he dicho demasiado. Tienen poco menos de un mes para conseguir esta película antes de que su inevitable remake americano aterrice en los cines de este país. Háganlo. Es una orden.

domingo, enero 07, 2007

Reseña: Black Christmas (1974)

Aparte de sus innegables virtudes propias, Black Christmas (1974) tiene merecida su fama por haber instaurado todas las características propias del cine slasher cuatro años antes del estreno de Halloween (1978), aunque por alguna razón siempre se menciona la película de John Carpenter como la pionera en este sub-género de asesinos carismáticos. La verdad es que todos los elementos que después se repetirían a la saciedad en este tipo de cine ya estaban presentes en esta película de Bob Clark, un director polifacético como pocos, ya que cosechó grandes éxitos no sólo con películas de terror como Children Shouldn't Play With Dead Things (1972) y la que nos ocupa, sino también con muestras insuperables de cine gamberro como Porky's (1982) y tiernas comedias familiares como A Christmas Story (1983). Esta que mencionamos es considerada a menudo como la mejor película de terror de Clark, y sigue teniendo gran valor histórico, ya que su trama sería plagiada hasta el cansancio.

Tanto es así, que es difícil que hoy en día podamos considerar siquiera la posibilidad de que haya sido original: en la Nochebuena, un psicópata se introduce en una residencia de chicas universitarias y comienza a asesinarlas una por una, no sin antes hacer llamadas telefónicas cada vez más siniestras y amenazantes. Las muertes, por supuesto, son siempre imaginativas (desde cuchillos hasta cursis unicornios de cristal), ya la película transcurre entre los infructuosos intentos de la policía por hallar al asesino y las correspondientes caídas de las chicas, que por supuesto cumplen los manidos arquetipos de la jovencita virginal (curiosamente, la primera en ser despachada a los pocos minutos de empezado el metraje), la irredenta juerguista y la sensata damisela que previsiblemente es la protagonista.

Pero es en el asesino, "Billy", donde Black Christmas consigue la mayor parte de su efectividad. Debido a que nunca vemos su cara, prácticamente toda nuestra visión del psicópata se manifiesta a través de sus llamadas telefónicas. Estas son, por ponerlo de forma sutil, realmente acojonantes, y la mayoría consisten simplemente en ruidos extraños, gritos y voces desconocidas que se refieren a situaciones que jamás son explicadas, convirtiendo el teléfono en una auténtica ventana a la desquiciada mente del personaje. Clark, además, deja el final completamente abierto, tanto que no es exagerado decir que existen varias interpretaciones posibles acerca de qué es exactamente lo que sucede al final. Todo esto, unido a un elenco más que eficiente (raro en una producción "juvenil") hacen de esta una película imprescindible para los adictos a los slasher, y aunque quizás no alcance la maestría de Halloween, si es más respetable que muchos de los clones que siguieron después. Ahora que se acerca de forma inminente el remake de esta película (dirigido por Glen Morgan y, al parecer, mucho más líneal y convencional) se hace más necesario que nunca su visionado.

viernes, enero 05, 2007

Reseña: Pro-Life (2006)

John Carpenter realizó, con Cigarette Burns (2005), uno de los más celebrados episodios de Masters of Horror, de los pocos que hubiesen podido perfectamente adaptarse al formato de largometraje, y que fue considerado por muchos (no necesariamente por mí) el mejor de la primera temporada de la serie. Por lo tanto, era de esperarse que al confirmarse su participación para la segunda tanda de capítulos, el suyo sería uno de los más esperados por todo fan del cine de terror. Inexplicablemente, el mismo equipo que realizó aquella singular pieza televisiva repite en Pro-Life (2006) únicamente para darnos el que de momento ha sido el capítulo más flojo, lamentable y anodino ya no de la temporada, sino incluso me atrevo a decir de la serie entera.

Cambiando radicalmente el discurso de su anterior capítulo, Carpenter se va esta vez por los derroteros de un horror más convencional al narrar el acoso que sufre una joven dentro de una clínica de abortos asediada por su desquiciado padre y sus no más equilibrados hermanos, todos ellos armados hasta los dientes y con ganas de montar un barullo. Y es que el padre cree que Dios mismo es quien se ha encargado de impregnar a su pequeña, y está dispuesto a todo para que el retoño nazca sin problemas. La verdad es que la hija ha sido embarazada por fuerzas mucho más oscuras, hecho que se evidencia en la asombrosa velocidad con la que se desarrolla su gestación.

Prácticamente todos los elementos que hacían de Cigarette Burns una obra maestra se han ido al traste en Pro-Life. De entre todos sus despropósitos, sólo la presencia del siempre grande Ron Perlman logra levantarlo un poco del suelo, pero del resto prácticamente nada se salva. La historia es de una dispersión narrativa impresionante (al principio creemos que los jóvenes médicos de la clínica de abortos son los protagonistas, cuando en realidad apenas tienen importancia), una dirección nula y, sobre todo, una estética que le da una pinta barata en el peor sentido posible. El toque de Carpenter no se ve por ningún lado, y por el contrario, el episodio trata de impactar por el camino fácil de un gore tan desproporcionado que resulta inverosímil y ridículo. Para el momento en el que llega el clímax de la historia, la presencia del demonio responsable de la trama y su pequeño retoño infernal es cutre hasta más no poder, y salvo una ligera referencia a La cosa (1982), no hay absolutamente nada que destacar. El monstruo en cuestión, además, está muy por debajo de los estándares a los que nos tienen acostumbrados Berger y Nicotero, ya que su criatura es literalmente un hombre enfundado en un traje de látex que canta por todos lados, y para colmo, sus apariciones están ralentizadas, lo que lo convierte en algo casi ridículo e infantil.

Asimismo, aquellos que pensaran que verían acá una sátira sobre el tema del aborto (y sus correspondientes legiones de fanáticos a un lado y otro de la valla de la polémica) quedarán aún más defraudados. En Pro-Life sólo hay un exploit superficial, un Carpenter en modalidad de piloto automático, una decepción en toda regla. Y eso, viniendo de quien viene, es lo más grave. Vaya lástima comenzar el año así.